Diálogo de medianoche o de la una

Sexo, una, si acaso dos veces al mes.

Pajas pocas porque ya ni puedo.

Los brazos al aire o arriba y la mirada al techo.

El insomnio habitual.

Las piernas formando el 4 en el espacio.

Tú de espaldas hacia mi.

Eso.

La respiración ¿Profunda?

Yo.

¿Y así imaginabas la vida?

La vida se me pasa.

Da igual quien lo lea, cuando vuelvo a escribir es porque estoy inspirado o porque no ando bien y tengo que soltar.

Eso, tengo que soltar.

Recuerdo que siempre me queda la música, hoy me quedan las palabras.

Nada

Este ha sido el año más difícil que he tenido emocionalmente. Siento que me estoy cansando de todo, también me agota buscar y me frustra el rechazo. Cada palabra que escribo siempre es una herida que está ahí, pero con la que no pasa nada, no se cierra, no se abre.

Últimamente las noches son vacías, algunas con lagrimas de mi para mi, del vacío que está.

Parezco tranquilo, pero en el fondo vivo con mis líos y mi inestabilidad, ya he llorado, ya he hablado, ya he cambiado y nada pasa. Y esto trata de mi, trata de ti, pero más de mi, siempre tiene que tratar de mi, porque creo que debo volver al egoísmo que implica estar solo aunque no lo esté.

Intento hacer cosas que me emocionen y me saquen un poco de la rutina y no terminan yendo bien, simplemente van y se convierten en experiencias que ya me dan igual. No tienen relevancia ni significado.

Tampoco estoy con deseo, tampoco estoy satisfecho. Busco y no encuentro. Busco otros cuerpos y yo mismo me desencuentro en la búsqueda, entonces ya no busco más cuerpos porque tampoco estoy con ánimo de encontrarlos y el cuerpo que quiero encontrar parece que no está más.

A veces el panorama está flácido, la vista obnubilada y mi vida pasa. Pasa pasajera, más nada.

Quiero dormir y desentenderme de todo. Quiero también sacar lo que tengo al escribir, que era lo que funcionaba antes, ya no, ya ni eso pasa.

Y eso es lo que pasa, que ya no pasa nada.

77 días de cuarentena

¿Alguien le encuentra sentido a esto?

Esta mañana me masturbé pensando en sacar un momento de excitación que no era más que imaginativo, un placer cauteloso de no surgir, pero que finalmente sucedió.

Hoy lloré después de meses sin hacerlo, me siento incierto, algo inseguro, cuestiono todo por naturaleza. Y de nuevo ahí vienen, esas ganas de llorar por algo que no sé qué es, por algo que no sé manejar. No son muchas, realmente, son solo ganas contenidas, lágrimas que están ahí por incomodidad.

Es difícil este tiempo y aunque tengo tranquilidad, aunque hay una cierta calma económica y una pausa, no estoy cómodo. Me genera ansiedad y angustia que la gente sea tan proactiva, que quiera volcar todo a una funcionalidad que se quiere hacer pasar por normal cuando completamente no lo es.

He puesto hace dos días una foto en mi Facebook donde estoy sonriendo, nunca lo había hecho, tal vez no tenía o aun no tengo la sonrisa más bonita, pero lo hice, la tomé hace poco más de dos meses cuando estaba empezando este periodo de aislamiento que de algún modo me ha querido hacerme a la idea de que necesito estar más tiempo solo.

Puse A.D.N. de La Bien Querida porque me vino una de sus frases a la cabeza cuando surgió este momento de sentirme desanimado, y un poco el soundtrack de Amélie porque me gusta el piano. Pero la primera fue por recordar el fragmento que dice “hoy me levanto con muy pocas ganas de hacer nada, estoy cansada de dar vueltas y dar vueltas para nada, cansada de mis decisiones que no acaban en nada, si lo único que me interesa es verte sonreír”, y sí, hoy te extrañé harto, aun cuando esta mañana te fuiste y te abracé.

Y es que hoy todo está revuelto en casa, en mi casa, en la única casa que puede ser completamente mía y de nadie más, mi cabeza. No tengo ganas de escribir, no tengo ganas de trabajar, no tengo ganas de postular, no tengo ganas de inspirarme y de hablar con los demás, le tengo pánico a eso a veces, me fastidia hablarle a la gente cuando no tengo motivación. Precisamente estoy aquí porque esto es una de las únicas cosas que me ayudan a salir del malestar, escribir para mí, por mí y sobre mí, no escribir porque sí para justificar el dinero que estoy recibiendo.

Es que esta nueva normalidad abruma, cansa, ese ánimo de querer ofrecerlo todo de un modo en que se cree que todo podemos consumirlo y a la vez, que todo queremos consumirlo. No, yo no quiero eso. La normalidad de antes estaba mal, todo el maldito sistema está mal, diría Lisa, que tiene tanto de mí como yo de ella.

Vagando entre palabras intento darme un poco de ánimo para continuar, para enfrentarme a lo que no quiero hacer, sí, puede que por pereza, sí, puede que desde mi cómodo bienestar, pero igual en algún momento tendré que hacerlo. Me apena conmigo mismo continuar igual, pero y si no tengo ánimos de cambiar, cuándo será el día en que pueda enfrentar la realidad y darme cuenta que no sé cómo seguir, y que aunque eso no me afana, sí sigue ese malestar, que muy dentro de mí solo yo puedo solucionar. Y es que darle una nueva cara a lo que no quiero hacer pero me toca es seguir siendo hipócrita, es seguir justificando lo que obtengo por lo que hago y ya sin impulso, tal como leí en un correo del trabajo, casi que de modo automático, y eso es lo que menos quiero, continuar en una rutina que no tiene salidas, que sigue un rumbo repetitivo, un ciclo de no tener cosas nuevas por estar seguro, por estar cómodo, por permanecer en ese abrumador bienestar que esa realidad y normalidad de antes quiere generar en esta nueva realidad.

Siempre

Han pasado casi cinco años desde el momento en que te conocí. Yo iba esa tarde con el cielo azul, el viento soplando, música en los oídos y los árboles arriba. Caminaba con la ilusión de algo inesperado y de una oportunidad que no sabía si se daría. Recuerdo exactamente una imagen, exactamente una foto, exactamente un árbol, exactamente la ubicación, iba con los sentimientos puestos y abiertos e ilusión.

Siempre quise hacer esto, porque creo que lo mereces, porque creo que me tienes y porque es distinto, pero nunca sabía como hacerlo y no por falta de pensamientos, de emociones, no, al contrario, estoy tan lleno de eso que me costaba mucho ponerlo en palabras.

Al principio no podía sostenerte la mirada, no podía hablar mucho, me había ilusionado con una foto, luego con varias, después con las palabras, la mirada, la sonrisa y la alegría.

-Tengo ganas de llorar-

Pero antes de la mirada, estuvo el abrazo, ese que me llenó tanto que nunca he querido sentirlo de nadie más, porque lo tengo aquí, lo tengo presente, lo tengo en la mente y lo siento cada vez que vuelvo a verte.

-Tengo muchas más ganas de llorar-

La sonrisa fue otra cosa, apenas había un destello en la imagen que me permitía saber que eras tú y es que no existe nadie en el mundo con la sonrisa más bonita, aunque en ese momento no lo sabía. Y antes de verla de frente estuvo la voz. La voz. Era como si todas las palabras formaran un conjunto entre vergüenza que era timidez, pero también valentía y después de la primera palabra me sentí congelado y feliz. Yo no había tenido ese coraje de hablar, de llamar la primera vez.

-Escribí el final antes de terminar-

-Los ojos están aguados, estoy volviendo a sentir esa misma ilusión y no es que la haya dejado de sentir, es que tengo ganas de verte-

Pasaron platos, lámparas y miradas que no se sostenían, con la vergüenza y la timidez que daba el tener una primera cita con alguien que no esperaba y sin noción de todo lo que vendría después.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, tantas cosas, momentos, viajes, imágenes, lágrimas, recuerdos, todo que está enteramente grabado en mi memoria, incluso esas cosas que a veces no recuerdo y de las que te burlas.

Hemos crecido, engordado, sonreido, arreglado, soñado, todo esto. Te he escrito de muchas cosas, de cómo te siento, de cómo me siento, de las sensaciones, del tiempo, de lo que hemos recorrido y de todo lo que nos falta por ser y por hacer, de las cosas que cada uno quiere y de como conseguirlo y estar juntos. Hemos hecho un tiempo en el que no llevo los días, pero sí los recuerdos.

Hemos tenido temores, angustias, risas, momentos en que no hablamos, en que solo nos tenemos al lado y ya. También otros en los que somos uno, en que nos parecemos, en que nos burlamos, en que nos decimos y en que nos diferenciamos, y en el fondo de todo seguimos ahí.

Yo no puedo pedir que seas perfecto, yo tampoco puedo serlo porque entonces todo sería aburrido. Yo pido que cada día crezcamos y encontremos como cada cambio nos hace sentirnos cercanos y nos permite ver otra forma de conocernos.

No somos iguales, pero sí similares. Cada uno con sus preocupaciones y sus modos que no siempre entendemos.

Siento que entré a un mundo distinto y que estaba tan fuera de mi alcance que cuando llegué no sabía que hacer y fue ahí que me di cuenta que no necesitaba saberlo, que ahí estariamos ambos para hacer uno nuevo. Para vernos y para tenernos, para repetirnos, para rehacerlo.

Me cuesta saber cómo enlazar las ideas para terminar de escribir, pero no para decirte de frente lo que siento, he ganado eso, he aprendido, y mantenernos ha sido esto, encontrar el modo en que podemos juntar lo que nos ha hecho seguir y descubrir todo lo que queremos estar haciendo.

-Te amo mi cielo-

Esa tarde del cielo azul era todo, lo es todo; el cielo eres tú y ese se ha mantenido azul y brillante aún en los días frios, de cobijas y de estar en los brazos.

La mejor cita del mundo ha sido a tu lado y la mejor cita que quiero siempre eres tú.